Contacto

Sugerencias, comentarios, preguntas, mentadas... las cadenas son especialmente bienvenidas.
Contacto

Me lo dijo un pajarito

junio 02, 2011

Ya tengo tuíter

Finalmente escuché los cantos de las sirenas, o mejor dicho, los trinos del pajarito azul. Lo racionalizo diciendo que es una forma fácil y rápida de tomar apuntes de mi diálogo interior, y en una de esas chance y hasta sale para escribir una entrada o dos. Así que, por mientras de que se me ocurre algo más sustancioso...

http://twitter.com/martinPereque

Ya está. No esperen gran cosa.

mayo 22, 2011

Cuando desperté, el mundo todavía estaba ahí

Según Harold Camping, un gringo senil y fundamentalista y tal vez desquiciado, el mundo se acabó ayer a las seis de la tarde, horario local de uno.

A mis seis de la tarde, estaba en Plaza Andares. La tarde transcurrió con esa normalidad fresa, anodina y ligeramente enajenante característica de Andares. No llovió fuego (hacía un calor del carajo, pero eso es normal en esta época del año), ni las langostas devoraron la tierra, ni el agua se amargó o se convirtió en sangre, ni los Jinetes del Apocalipsis sembraron el terror por las calles, ni los muertos resucitaron y empezaron a comer cerebros, ni el sol se oscureció (lo que habría estado fenomenal porque hacía un calor del carajo), y la única trompeta que se escuchó fue la del San Juan Project, que se presentó en el forito en medio de Andares y fue la razón por la que estaba ahí en primer lugar.

Tampoco vi gente salir disparada hacia los cielos por eso del Arrebatamiento de los justos que tanto emociona a ciertos evangélicos. Debe ser porque en Zapopan el noventa y tantos por ciento de la población es católica (y me imagino que el porcentaje ha de ser algo mayor entre el mercado objetivo y el vecindario de Andares, o sea la gente "bien" y "de familia", gooey), y todos saben que esos sucios adoradores de la Gran Puta Babilonia de Roma se van a ir al infierno sin excepción. Eso sí, había menos gente de la que esperaba en el área de comida rápida, y algunas personas se fueron antes de acabar el concierto, pero no escuché nada como "¡ay, Cuquis! Ya me tengo que ir porque voy a ser Arrebatada por el Señor", de lo que deduzco que esa gente se fue a atender diligencias mundanas.

Luego fui a la Gandhi a buscar algunas cosas (puede que luego diga más al respecto) y, de nuevo, todo normal. Dentro y fuera de la librería, había la cantidad de gente que uno espera ver por los rumbos de avenida Chapultepec los sábados por la noche. Y allí tampoco vi gente levitando hacia la Gloria Eterna ni ningún otro prodigio sobrenatural.

Hoy en la mañana, los pájaros trinaban y revoloteaban afuera de mi casa. El cielo estaba despejado y el sol brillaba, lo que augura otro día con un calor del carajo. Salí a recoger el periódico y estaba lleno de las mismas miserias de toda la vida. Nada extraordinario, nada sobrecogedor o épico, nada alusivo al fin del mundo, excepto un cartón bastante estúpido de Paco Calderón. (Los que sepan de fut podrán decir si el que los Xoloizcuintles de Tijuana hayan pasado a la Primera División es una señal del Fin.)

A pesar de no haber vivido una vida larga, lo que se dice larga, el mundo se debe haber acabado al menos nueve veces desde que nací, lo que es un exceso. Supuestamente se iba a acabar en 2009, el 6 de junio de 2006, poco después del 11 de septiembre de 2001, en varias fechas de 2000, en julio o agosto de 1999, en 1997, en 1991, en 1986... y en 1994, según el mismo Harold Camping que dijo que el mundo se acabó ayer. Uno confirma que la especie humana tiene la memoria muy, muy corta, y se pregunta qué sería de nosotros si nunca se nos hubiera ocurrido poner la historia por escrito.

Este fue el último capítulo de la larga tradición cristiana de casi dos mil años de esperar el inminente fin del mundo. No importa que la mayoría de los cristianos hayan aprendido que "nadie sabe el día ni la hora, sino el Padre", pareciera que cada década alguien profetiza una fecha del fin del mundo, basado en la Biblia, la Virgen de Fátima, Nostradamus, la noticia tremebunda de la temporada o la civilización muerta que esté de moda. Y nunca falta alguien quien le crea.

Hasta donde estoy enterado, el próximo fin del mundo es el ya famosísimo reinicio de la Cuenta Larga del calendario maya clásico en diciembre de 2012. Por mientras, los dejo con dos piezas del soundtrack del fin del mundo, que como ustedes mis epicenos lectores son gente muy fina, educada y culta ya conocen: los Dies irae de Mozart y de Verdi.

marzo 12, 2011

¡El maremoto!

Al enterarme del tsunami de Japón, me acuerdo de una anécdota de mi padre, aparentemente de 1964 cuando un terremoto en Alaska lanzó una alerta de "maremoto", como le decían en ese entonces, y se desató la histeria en Mazatlán porque el maremoto iba a llegar y matarlos a todos. Resulta que mi padre y otros de sus hermanos / mis tíos fueron por una cubeta, la llenaron de agua y se la aventaron a otro hermano / tío, aparentemente dormido con la boca abierta, al grito de "¡¡¡el maremoto!!!".

Cómo nos reíamos con esa historia.

La historia se repite: otra vez, Mazatlán vivió la histeria del maremoto, ahora desde Japón, irónicamente, el mismo lugar de donde llegó la palabra que reemplazó a "maremoto". Las nuevas historias me siguen haciendo reír, pero ahora es porque no sé qué gente me parece más pendeja: si esta...

Reviviendo el terremoto que afectó a Alaska en 1964 y que provocó el éxodo de miles de mazatlecos, muchos porteños decidieron ayer irse a tierras altas, como a Concordia [45 km tierra adentro, en las faldas de la Sierra Madre Occidental], donde se calcula que llegaron unos 2 mil mazatlecos que llenaron la plazuela, el atrio de la iglesia y las calles del centro del pueblo, así como restaurantes y comercios. ["Libra Mazatlán alerta", Noroeste, 12/03/2011]

...o esta.

Antes de las 09:00 horas decenas de paseantes y conductores hacían parada en la Avenida del Mar, algunos preguntaban "¿a qué hora es el tsunami?", pero nadie tenía respuesta. Así, poco a poco el malecón se fue nutriendo de curiosos.

Una hora después la avenida tenía mas espectadores, como pocas veces en viernes por la mañana. La mayoría sólo contempló el mar pendiente del romper de las olas, algunas familias llegaron en taxi con sus hijos todavía con mochila al hombro.

"Dijeron en las noticias que no debemos venir a la playa, pero nosotros queremos ver un tsunami", dijo una madre de familia. ["Salen a esperar el tsunami", Noroeste, 12/03/2011]

¡Muchas gracias, Roland Emmerich! Porque solo echándose y creyéndose todos esos bodrios se puede esperar que una ola gigante viaje 10 mil kilómetros de océano sin que su potencia se disipe en el camino. Es un hecho básico de física que cualquier emisión de energía disminuye su intensidad conforme se aleja de su fuente: es la famosa ley del cuadrado inverso de la distancia, que aplica para el sonido, la luz, las explosiones, las señales de radio, la gravedad y también para terremotos y tsunamis (no tanto si el medio de transmisión es heterogéneo, como lo saben los defeños). Además, están las irregularidades propias del fondo marino, que frenan la onda, y una cosa llamada Baja California, que prácticamente bloquea la geodésica entre Miyagi y Sinaloa. (Jodidos los de Ensenada, pues.) Simplemente no hay forma en que el mismo movimiento telúrico que arrasó Sendai y otras ciudades japonesas hiciera lo mismo en el Pacífico mexicano.

Creo que escojo a los últimos como los más pendejos. ¿Qué chingados estaban pensando los que fueron al malecón esperando ver una muralla de agua acercándose a toda velocidad? ¿Qué iban a hacer cuando la muralla estuviera a punto de llegar y barrerlos de la faz de la tierra?

Y se supone que somos gente que vive del mar, caray.

enero 04, 2011

Numerológica

La numerología es una mancia paradigmática, aunque sea porque es la realización más brutal del patrón básico de los métodos adivinatorios: la reducción de una realidad vastísima a unos pocos significados estereotipados. Me explico.

Supuestamente, la numerología interpreta el mundo a partir de los números asignados a las cosas. Ahora bien, los números propiamente dichos son infinitos (y lo son en maneras que la mayoría de la gente no puede ni imaginar), lo que los hace pésimos símbolos de la realidad, que es enorme e inabarcable, pero sigue siendo finita, o cuando menos así parece. Así que una porción significativa de los numerólogos hacen trampa: en lugar de interpretar números, interpretan las secuencias de símbolos que usamos para expresarlos, o sea los dígitos; y lo hacen de forma apta para memos, porque cualquier secuencia de dígitos tiende a ser reducida a un solo dígito (mediante la ruta del menor esfuerzo: sumas sucesivas). El pasado, presente y futuro de la vida y el mundo expresados con nueve miserables símbolos. Y luego dicen que la ciencia es reduccionista.

A pesar de su pinta de exactitud y "cienciosidad", la numerología es totalmente fortuita. No solo las horas, los calendarios, las medidas, los sistemas de escritura y las conversiones entre letras y dígitos / números varían entre las diferentes culturas. También varía el sistema de numeración, lo que le da el tiro de gracia a la numerología, o debería dárselo. El sistema más utilizado es por mucho el decimal, basado en el 10, pero Mesoamérica usaba un sistema vigesimal, basado en el 20, y Mesopotamia usó un sistema sexagesimal, basado en el 60, que hoy sobrevive en los relojes, los receptores GPS y la astrología. Incluso si todo lo demás fuera igual, los numerólogos mayas o asirios habrían obtenido resultados completamente distintos a los numerólogos modernos, nada más por usar una cantidad distinta de símbolos. Algo que cambia radicalmente según dónde y cuándo esté uno no puede tener gran trascendencia cósmica.

Si uno piensa en lo complicada que puede llegar a ser la astrología, y en el hecho de que hay una verdadera ciencia no tanto sobre los números sino sobre sus propiedades y relaciones, el verdadero misterio alrededor de la numerología es su burda y chapucera simplicidad al limitarse a un puñado de caracteres y números enteros. Un numerólogo con aficiones matemáticas y sin escrúpulos podría crear un método adivinatorio inagotable nada más con asignar significados uyuyuyantes (e inventados, claro) a hechos tales como que hay números que son potencias de otros, o que formen parte de alguna secuencia (¿dónde están los tratados numerológicos sobre la serie de Fibonacci?), o que formen conjuntos con propiedades comunes (como por ejemplo las triadas pitagóricas, aunque puede que sí haya un tratado sobre eso). Será que las propiedades, funciones y relaciones entre números son infinitas, igual que los mismos números, y si son infinitas no sirven de gran cosa. Tal vez sea mejor así: debe ser doloroso ver tamaño talento desperdiciado en chorradas místicas.

Toda esta disgresión es para compartir una curiosidad de esas que jamás verá en los tratados de numerología:

2011 es un número primo.

¿Qué significa eso? Lo mismo que la numerología: nada, por supuesto. Así que le deseo un feliz año, y como el Cosmos no le va a decir cómo, aprovéchelo como mejor pueda y quiera.