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Me lo dijo un pajarito

septiembre 30, 2009

En el Día Internacional de la Blasfemia

Se ha propuesto que el 30 de septiembre se celebre el Día Mundial de la Blasfemia. La fecha se escogió porque ese día pero de 2005, el diario danés Jyllands-Posten publicó su tristemente célebre serie de caricaturas de Mahoma y el fundamentalismo islámico; esas caricaturas molestaron a muchísimas comunidades musulmanas alrededor del mundo y provocaron marchas, mítines, disturbios, boicots comerciales y atentados. A partir de ese momento, varios países islámicos en diferentes momentos han promovido exitosamente resoluciones del Consejo General de las Naciones Unidas condenando la "difamación religiosa" en general y las representaciones negativas del islam y los musulmanes en particular (A/RES/60/150, A/RES/61/164 y A/RES/62/154), todas prácticamente iguales y ninguna de ellas dice qué es la "difamación religiosa".

Las ideas religiosas podrán brindar un propósito en la vida, un sentido de pertenencia, un consuelo y una motivación para las dificultades cotidianas. Pero siguen siendo ideas. Y como tales, deben estar sujetas al análisis, al debate, a la crítica, y por qué no, a la sátira y a la parodia. El "respeto" a las ideas empieza y termina en dejar que existan y se divulguen, y ciertamente no consiste en darles impunidad a ellas ni a aquellos que dicen representarlas.

Y eso no es sólo para los ateos e irreligiosos que queremos seguir contando chistes de monjas y publicidad satírica. Eso es hasta frívolo. La crítica libre a las religiones es benéfica no sólo para los ateos sino para los teístas.

La blasfemia de un hombre es el dogma de otro

Los llamados al "respeto a las creencias" o a la "libertad religiosa" tienden a venir de grupos pertenecientes a una tradición religiosa claramente dominante en su entorno local, sean los obispos católicos mexicanos, los ayatolás iraníes o los activistas de Hindutva. Esto tiene el mismo problema de la apuesta de Pascal: sólo funcionan en un mundo con una religión única. En el mundo real hay muchas religiones y todas dicen, hacen y creen cosas diferentes y hasta mutuamente excluyentes.

Ejemplos sobran: los judíos, los musulmanes, y algunos hinduístas dicen que no se debe comer cerdo, algunos cristianos dicen que no se puede comer cerdo algunos días al año, y otros dicen que se puede comer cerdo siempre. Los musulmanes y los mormones dicen que no se debe beber alcohol; los católicos y los ortodoxos lo exigen para algunos ritos. Las religiones abrahámicas creen en un solo dios, pero algunos cristianos creen en un dios triple y muchos otros seres secundarios; los hinduístas creen en muchos dioses; los taoístas no creen en ninguno, y algunos budistas dicen que los dioses no importan.

En una sociedad con dos o más tradiciones religiosas, estas tradiciones se darán cuenta de estas diferencias y contradicciones, y si una de estas tradiciones tiene esfuerzos activos de conversión, tal vez tienda a refutar directa o indirectamente a las otras tradiciones para ganar más fieles. "Fuera de la Iglesia no hay salvación", dicen los católicos. ¿Es esto ofensivo o difamatorio hacia los practicantes de otras religiones? Si impedimos que los católicos digan eso, ¿es ofensivo o discriminatorio hacia los católicos? ¿Por qué? "Sólo Cristo salva", dicen los evangélicos. ¿Es eso ofensivo o discriminatorio para los budistas, los devotos de la Santa Muerte o los seguidores de la fe Baha'i? ¿Por qué? "Los judíos y los cristianos malinterpretaron o adulteraron su revelación", dicen algunos musulmanes. ¿Es esto discriminación o represión hacia judíos y cristianos? ¿Por qué? Y si los callamos, ¿es eso ofensivo o represivo para esos musulmanes? ¿Por qué?

¿Cómo resuelven esos y otros dilemas peores los partidarios de la invulnerabilidad de la religión sin reprimir o discriminar a nadie? Porque si defiendes a una religión, tienes que defenderlas a todas, incluso cuando ambas religiones se atacan entre sí, y sí lo hacen. Para los liberales partidarios de la crítica religiosa, no hay dilema, sólo una cacofonía en el peor de los casos.

¿Quién decide qué es una blasfemia?

En la ONU, nadie. En Arabia Saudita, el rey y los ulemas. En ese país es ilegal practicar una religión en público que sea distinta a la variante oficial local del islam sunnita y es ilegal entrar a La Meca y a Medina si no se es musulmán. Y el delegado de Arabia Saudita en la ONU hipócritamente ha votado a favor de las resoluciones contra la discriminación y la "difamación" religiosa, exigiendo para su religión lo que su gobierno no quiere dar a las demás.

En un estado laico, donde existe una separación entre las instituciones del Estado y las instituciones religiosas, el problema no se plantea porque para el Estado laico las blasfemias no existen. Pero en un Estado teocrático, o al menos un Estado que protege y promueve una religión particular, como Arabia Saudita, Irán, la España franquista o los Estados Unidos que sueñan algunos fundamentalistas cristianos, las autoridades eclesiásticas pueden forzar al gobierno a castigar a los "blasfemos" problemáticos. O viceversa, el gobierno puede forzar a las autoridades eclesiásticas a declarar "blasfemos" a aquellos con opiniones incómodas para el régimen. Las consecuencias son conocidas: destierros, atraso científico y técnico, derrumbe económico, pillajes, ejecuciones, pérdida cultural, ejecuciones, guerras civiles, genocidios.

Y si las sociedades teocráticas de religión única y obligatoria creen estar seguras, harían bien en recordar que la rueda de la fortuna gira constantemente, que el "ortodoxo" y el "dogma" de ayer pueden ser el "herético" y la "blasfemia" de mañana, y las leyes e instituciones que hoy protegen una religión son las mismas que pueden destruirla... y a sus devotos con ella.

Las creencias tienen consecuencias

Si las religiones sólo exigieran momentos de contemplación y meditación solitaria, no tendría caso criticarlas. Pero las más de las veces las religiones llevan a la acción. Y como los creyentes no están en un limbo, esas acciones inspiradas por la religión afectarán a la sociedad de cierta manera. Puede ser para bien, si el religioso pone un orfanato o un hospital, si da de comer al hambriento y de beber al sediento. Pero también puede ser para mal. Y si blindamos de la crítica a las religiones y a sus afirmaciones, corremos el riesgo de no poder reaccionar contra acciones que, motivadas por creencias religiosas, atenten contra los intereses de un individuo o de toda la sociedad. Incluso contra los intereses de los propios creyentes.

Un caso dramático es el de las colonias vikingas de Groenlandia en el siglo XII. Los vikingos groenlandeses eran cristianos y debían pagar diezmos al papa. También sentían la necesidad de contar con iglesias dignas y majestuosas. Así que una parte importante de la fuerza laboral groenlandesa terminaba en expediciones (y a veces moría) cazando osos polares, morsas y narvales de los cuales sacar bienes lujosos para pagar a Roma, y lo poco que comerciaban con Noruega o Islandia terminaba dilapidándose en su catedral. La consecuencia a largo plazo fue que los groenlandeses eran muy pocos y muy pobres para explorar y colonizar Vinlandia, en la actual Terranova, una región mucho más habitable y productiva que Groenlandia. El curso de la historia mundial pudo ser muy distinto. Y los groenlandeses no habrían muerto de hambre y frío como finalmente ocurrió.

¿Quiere ejemplos más cercanos? Un sacerdote dice recibir mensajes importantísimos de su dios; para divulgar estos mensajes, decide fingir que trae una bomba y secuestrar un avión. Un hombre deja morir a su hijo porque su religión prohibe las transfusiones de sangre que podrían salvarle la vida. Un presidente decide invadir un país al otro lado del mundo para cumplir con las profecías de su texto sagrado sobre el fin de los tiempos. ¿Debemos criticar esas acciones? ¿Por qué? ¿Y debemos criticar los principios religiosos que las inspiraron? ¿Por qué?

Por eso la crítica pública de todas las ideas es fundamental: porque sólo así podemos saber cuáles ideas y acciones llevan a la preservación y al progreso de nosotros y nuestras sociedades y cuáles llevan a la decadencia y la extinción. Y el manto de la religión no debería brindarles protección de la crítica, porque tampoco brinda protección de las consecuencias negativas que puedan tener los actos religiosos.

¡Viva la blasfemia!

Una de mis frases célebres favoritas de todos los tiempos es la que George Orwell escribió en el prólogo a Rebelión en la granja: "Si la libertad [de expresión] significa algo, es el derecho de decirle a los demás lo que no quieren oír". ¿Qué caso tiene proteger la libertad que tiene alguien para decir cosas bonitas e inofensivas, para decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles? A quien debemos proteger es al inconforme, al contestatario, al disidente, al hereje, al blasfemo, aunque se equivoque; si se equivoca, se podrá demostrar que se equivoca y no tendrá influencia; pero si tiene razón, puede producir un cambio, y ese cambio puede ser para bien.

Las ideas pueden ser correctas o incorrectas. Si son ideas correctas, ¿para qué protegerlas de la crítica si se defienden con la verdad? Si son ideas incorrectas, ¿para qué protegerlas de la crítica si no sirven para nada? Lo mismo aplica para todas las religiones y sus enseñanzas: algunas serán verdaderas y otras serán falsas. Para saberlo no queda de otra más que criticarlas. La crítica puede tomar muchas formas: desde el análisis objetivo y erudito con notas al pie de página hasta la ironía punzante y corrosiva; desde el experimento replicable hasta el espectáculo de mal gusto.

Y si alguien se ofende por eso, pues qué pena. Puede resignarse, o entrar al debate y criticar la crítica (porque la crítica también es una idea, y por lo tanto se puede criticar), como un adulto responsable y maduro. O puede llorar, gritar, manotear y pedir que castiguen al otro porque no hace lo que él dice, como un niño malcriado. Ser ofendido es un riesgo inevitable de vivir en una sociedad libre. Al menos una cosa que hacemos y decimos resultará ofensivo para al menos otra persona. Inversamente, al menos una persona hará o dirá algo que nos ofenda. El riesgo de ser ofendido es un precio minúsculo a pagar por nuestras libertades.

Y no sólo para los descreídos, también para el más devoto de los creyentes.

7 comentarios:

TORK dijo...

He ahí la institución del Día de la Blasfemia.

Muy buena entrada.

Antonio dijo...

Muy buena entrada.

Tengo una pequeña idea sobre el punto:

"Esto tiene el mismo problema de la apuesta de Pascal: sólo funcionan en un mundo con una religión única."

Supongo que en algún momento en el pasado, los pueblos que practicaban alguna religión estaban más o menos aislados geográficamente entre sí, lo que hacía las veces de submundos de "religión única". Sólo así me explico el fuerte arraigo del valor (o del meme) que nos obliga a respetar las ideas religiosas sólo porque son religiosas.

En el mundo interconectado y de cercano contacto en que vivimos hoy (el mundo "globalizado", como se le suele llamar), el valor del respeto a las ideas tiene por fuerza que ser caduco. Provinciano, a lo menos.

Un Abrazo.

P.D.: Un anuncio. A mi blog le quedan 9 días de vida.

Anahelí dijo...

guau *aplausos*

Unknown dijo...

Encontré el blog demasiado tarde para participar conscientemente en el movimiento.

Les dejó un texto:


http://estenoeselblogdene.blogspot.com/2009/09/aleluya-libertino.html

Me gusta esta iniciativa.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola amigo que opinas de la marcha atea ? en mi opinion es absurdo anonimo por que no tengo cuenta saludos

Kyuuketsuki dijo...

Simplemente, mi derecho de poder decirles a los demás: chinguen a su madre, bola de ojetes: su visión dogmática ha provocado guerras, muerte y destrucción donde quiera que se paren, y pretenden restringir sus libertades.

A veces, de este lado del mundo dedicamos demasiado tiempo a chingar a la iglesia católica, y se nos olvida que en otros lugares también tienen mucha cola que les pisen.

Anónimo dijo...

Tanto los religiosos como los pseudoescépticos son extremos que se deben evitar, y historicamente son los grupos que pretenden detentar poder, autoridad y mando en base a sus "creencias" (Aunque el pseudoescéptico diga que no las tienen).
Los hechos denotan que los pseudoescépticos (o personas que se hacen llamar orgullosamente escépticas, pero no lo son) y los religiosos son precisamente los que con sus absurdos crean idiotizadores.