Febrero fue un mes muy interesante en la divulgación sobre el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Lo que empezó siendo una ratificación de la campaña de respuesta al movimiento que cuestiona el VIH como causa del SIDA y aquí se les llama alternativos, disidentes, escépticos y negacionistas del VIH porque esos son los nombres que se dan a sí mismos (o, en el caso de negacionista, es una traducción de denialist, como se les conoce comúnmente en inglés) terminó siendo un desastre de relaciones públicas para la teoría mayoritaria.
El 12 de febrero, se organizó una conferencia de prensa en la que básicamente se repitió lo afirmado en las conferencias de prensa de enero y que reporté en su momento. Lo único diferente es que ahora Carlos Arias, el director del Instituto de Biotecnología de la UNAM, donde trabaja Roberto Stock, uno de los teóricos alternativos / disidentes / escépticos del VIH entrevistados por Ricardo Rocha, deslindó a su Instituto y a la UNAM de las opiniones de Stock. También confirman que la Secretaría de Salud busca acción legal contra el grupo alternativo / disidente / escéptico Monarcas México(La Crónica de Hoy, 13/02/2007). No me voy a cansar de decir que eso de la acción legal es una aberración. Uno no puede prohibir opiniones alternativas, por más infundadas, absurdas o "riesgosas para la salud pública" que puedan ser. A las ideas se les combate con ideas, no con recursos legaloides. Eso ni siquiera debería estar en consideración.
Localmente, la Universidad de Guadalajara le entró al deslinde. En el artículo de portada de la semana del 12 al 19 de febrero, la Gaceta universitaria presenta las opiniones de expertos del Consejo Estatal para la Prevención del SIDA y el Hospital Civil de Guadalajara, así como el testimonio de un seropositivo. Nada que aborde directamente los cuestionamientos específicos del movimiento alternativo / disidente / escéptico.
La medianoche del 28 de enero, Ricardo Rocha transmite un programa que se pretende sea el derecho de réplica de las organizaciones médicas encargadas del tratamiento y prevención del SIDA. Asisten los médicos Juan José Calva (no José Luis Calva como decían sus letreros) y Juan Sierra, del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y de la Nutrición; Luis Enrique Soto; Patricia Volkow, del Instituto Nacional de Cancerología, y Luis Xochihua, del Instituto Nacional de Pediatría. Era una buena oportunidad para demostrar los méritos de la teoría mayoritaria... y se les desmoronó entre las manos.
Los cinco se dedicaron al ad nauseam, repitiendo lo mismo (si acaso un poco más emotivo) que ya se había dicho en las conferencias y cartas de los últimos dos meses. El reciente desconocimiento mostrado por los ministros de la Suprema Corte en el caso de los militares con VIH muestra que aclarar un par o dos de asuntos básicos del VIH / SIDA es sumamente necesario, y lo es también intentar responder a cuando menos algunas de las objeciones de los alternativos / disidentes / escépticos / negacionistas del VIH. La aportación más valiosa fue una de Calva, que señaló que casi toda la información manejada por los teóricos alternativos / disidentes se basa en ensayos y trabajos de investigación de hace 10 años, o más viejos. Esto es importante porque la investigación en el SIDA lleva unos 20 años, y el movimiento alternativo prácticamente no usaría la mitad más reciente del marco teórico actual del SIDA.
Y el "derecho de réplica" iba más o menos bien hasta que Calva decide intentar explicar las razones por las que se negarían a debatir con los alternativos / disidentes / escépticos. Ahí fue donde Rocha saca a relucir una conferencia telefónica entre él, los doctores Soto y Volkow y el subsecretario de Salud, Mauricio Hernández, donde supuestamente Rocha se habría comprometido a darles la oportunidad de responder si y sólo si había un debate entre los defensores de las dos teorías sobre el VIH. El asunto degeneró en una discusión sobre el supuesto debate, con un Rocha maliciosamente sonriente, como si esperara que pasara eso y cinco médicos e investigadores con rostros desencajados. Rocha protestó porque ya había traído a cuatro teóricos y activistas alternativos / disidentes / escépticos para el debate. Y en efecto, Christine Maggiore, Roberto Stock, Roberto Giraldo y Charles Geshekter (este último no recuerdo haberlo visto en los programas originales) estaban ahí, lamentándose por la negativa de los médicos a debatir, y defendiéndose de sus descalificaciones. Y Rocha les promete otra hora, para que puedan defenderse (¿de qué, si los médicos no dijeron nada útil?) y responder las preguntas que el público estuvo enviando. (Cosa curiosa, porque yo no pude mandar mi queja.)
20 minutos contra tres horas. Así, el supuesto balance de Rocha resultó ser una farsa. Para empezar, ningún periodista debería condicionar el derecho de réplica (por algo es un derecho) como supuestamente intentó hacerlo Rocha. Si Rocha realmente quería dejarlos en evidencia, hubiera intentado comprometerlos ahí mismo, frente a las cámaras. Cualquier resultado hubiera sido buenísimo para la causa alternativa / disidente / escéptica, como lo explico en el párrafo siguiente. Pero hay que reconocer que Rocha lo hizo muy bien. Con su berrinche, Rocha logró desviar la atención de la única observación interesante que hicieron los representantes de las instituciones científicas y médicas del Estado y los puso como unos cerrados e intolerantes. Fue un golpe maestro de relaciones públicas.
Desafortunadamente, el negarse a debatir con los proponentes de teorías marginales es una actitud muy común en la academia. El campo de la disputa entre evolución y creacionismo en Estados Unidos es prolijo en ejemplos. Hay muchas razones para eso, muchas de ellas muy malas. Haciendo a un lado el ego o la torre de marfil, algunos se niegan porque dicen no tener tiempo: el ocuparse de los marginales les quita tiempo para trabajar en sus campos de investigación, lo que es mortal en la burocratizada ciencia contemporánea. Otro motivo es que sienten que aceptar un debate es darles voz y atención innecesaria a los marginales. Proponer un debate casi siempre es una situación de ganar-ganar para la teoría marginal. Si los académicos aceptados aceptan el debate, los teóricos marginales pueden decir que, efectivamente, sí hay una polémica y que son tomados en serio, aunque en el debate los marginales queden hechos pedazos; si se niegan, los teóricos marginales pueden decir que hay una conspiración de silencio o que las mayorías son cerradas y seguir reforzando su sentimiento de exclusión y persecución que tan buenos resultados les da.
En el caso particular de los médicos del SIDA, me dieron la impresión de que en realidad no tienen idea de con qué están tratando. Ya dije que ninguno de los cinco trató en específico una sola afirmación de la teoría alternativa / disidente / escéptica (digamos, la toxicidad de los antirretrovirales, la ineficacia de las pruebas de detección del VIH o la inexistencia de la epidemia heterosexual). No sé si lo hubieran hecho de haberles dado más tiempo. La pobre reacción de enero me indica que no. Si mi hipótesis es correcta, no entran a un debate porque en realidad no sabrían qué decir. No conocen el tema.
La reacción ha sido inadecuada e insuficiente. No basta con la reiteración de las generalidades de la teoría mayoritaria. Me parece que el movimiento alternativo / disidente / escéptico / negacionista del VIH en México ha alcanzado un punto de inflexión donde ya no se puede fingir demencia, esperando que se muera por falta de luz mediática y que la gente se olvide de ello. La campaña de información del SIDA debe poner a disposición del público toda la evidencia a favor de la teoría mayoritaria. El Censida, las organizaciones civiles y la comunidad médica toda deben unir esfuerzos en ese esfuerzo de divulgación.
Sobre todo, los proponentes de la teoría mayoritaria deben responder directamente a todos los planteamientos alternativos / disidentes / escépticas / negacionistas. Si tienen la razón (cosa que dudo, por la falta de uniformidad conceptual entre las diferentes corrientes alternativas / disidentes / escépticas / negacionistas y los tratamientos descaradamente pseudocientíficos que algunos de ellos proponen), que se les reconozca y se les apoye. Si no la tienen, deben ser refutados y desenmascarados.
Si Rocha y el movimiento disidente son responsables de los tratamientos abandonados, el gobierno, la academia y las organizaciones ciudadanas son somos mucho más responsables de los riesgos de la desinformación por no enfrentarlos como es debido y en vez de eso sacar desplegados y demandas. Eso no se vale. Hay mucho trabajo por hacer; hagámoslo.