Semana de la Blasfemia: tentaciones
¿Se acuerdan que hace como seis meses puse algo de una propuesta para hacer del 30 de septiembre el Día Internacional de la Blasfemia? Pues el Día de la Blasfemia se aproxima y hay que celebrar como es debido: haciendo pleno uso de nuestro inalienable derecho a la libre expresión e intentar irritar o hacer pensar a algún creyente despistado.
Presentaré una historia simple y ordinaria, como todas las historias de blasfemia y censura lo son cuando empiezan.
Antonio Federici es una marca británica de gelatos (¿gelati?), o helados estilo italiano. La agencia de mercadotecnia armó la campaña para Antonio Federici alrededor de la idea de que el producto de su cliente era tan delicioso que resultaba toda una tentación imposible de resistir. Y qué mejor imagen de la tentación que ésta:
Un cura y una monja a punto de besarse. La monja sostiene una cuchara y el cura sostiene un bote del helado anunciado. A la izquierda del bote, el texto "kiss temptation" ("besa a la tentación"). Este anuncio fue impreso en dos revistas y la impresionante cantidad de SIETE personas se quejaron a las redacciones porque el anuncio de Antonio Federici ofendía sus sensibilidades. Ambas revistas rechazaron publicar los anuncios en números futuros.
(Aclaración al 30/09/2009: Éste es el diseño original de la agencia, que dice "submit to temptation", "cede a la tentación". En las notas de The Guardian aparece el anuncio tal como fue publicado y sí dice "kiss temptation", y en el dictamen de la ASA se confirma que el anuncio publicado dice lo que digo que dice.)
La Autoridad de Estándares Publicitarios (ASA) del Reino Unido recibió la escandalosa y preocupante cantidad de DIEZ quejas por el anuncio. Usted pensaría que los funcionarios de un país desarrollado, progresista y multicultural dirían que diez santurrones no son representativos de la mayoría de la población británica, y descartarían la queja, ¿no? ¡Pues no!
En mayo de 2009, la ASA inició la investigación del caso. La gente de Antonio Federici se defendió diciendo que el anuncio era un retrato humorístico y ligero "celebrando las tentaciones italianas prohibidas" representadas por sus productos, y que en estos tiempos era improbable que se ofendiera a una mayoría de lectores. Como el anuncio no mostraba a los religiosos tocándose o besándose, cualquier queja sería respecto a las implicaciones del anuncio, no al anuncio per se, y que la reacción a esas implicaciones es producto de las experiencias y valores individuales de cada lector.
Bastante razonable, pero la ASA no se lo tragó. En julio, dictaminó que "la representación del sacerdote y la monja en una manera sexualizada y la implicación de que estaban considerando si cedían o no a la tentación era proclive a causar ofensas serias en algunos lectores", que violaba el Código del Comité de Prácticas Publicitarias y que el anuncio no debía aparecer en su forma original.
Porque era un anuncio ofensivo. Porque dos modelos en ropas religiosas pretendiendo iniciar intimidad heterosexual de mutuo acuerdo es mucho más ofensivo que un dirigente religioso heroinómano sodomizando por la fuerza a menores de edad indefensos puestos bajo su cargo, por ejemplo.
El sexo vende. La irreverencia religiosa vende. Si ambas se mezclan, venden muchísimo. Hay razones para creer que la agencia publicitaria lo sabía: ellos mismos, en marzo, cuando terminaron de armar la campaña pero todavía no se publicaba en medios, anunciaron su campaña como "controversial" y "diseñada para levantar pasiones". Y funcionó: los periódicos y los medios especializados de Gran Bretaña anunciaron la decisión de la ASA de retirar la publicidad. Antonio Federici obtuvo una publicidad mucho mayor y más barata de la que pudo lograr en supermercados o revistas. La marca sobrevivió; quién sabe cuánto vendió gracias a este escándalo.
Y si todo eso fallaba, la campaña incluía un anuncio bastante peor:
¡Sangre de Jesucristo! ¡El cura está descamisado! ¡La monja se dejó agarrar la piernita! ¡CEDIERON A LA TENTACIÓN! (¡Pero todavía no se besan!) ¡Qué escándalo! ¡Qué ultraje a la Santa Iglesia y a la Vera Religión!
Si algo hay que aprender de esta historia, es que habrá gelatos en el infierno. Otra razón para ir.
No es la primera vez que la publicidad juega con la sexualidad de los religiosos católicos. En 1991, Benetton lanzó un anuncio donde un sacerdote y una monja se besan.
En su imprescindible Historia sexual del cristianismo, Karlheinz Deschner nos enseña que la vida sexual de los religiosos cristianos, sobre todo en la Edad Media y el Renacimiento, era de lo más pecaminosa, relajada y disoluta, al punto de que la situación mostrada en los anuncios de Antonio Federici y de Benetton es de hecho algo muy decente, moral e inobjetable en comparación.
La jerarquía eclesiástica intentó por todos los medios suprimir las tentaciones de la carne entre sus empleados, y absolutamente nada funcionó. El resultado es que docenas de crónicas medievales, renacentistas y modernas (en su mayoría documentos clericales) narran que algunos conventos se convirtieron en auténticos burdeles; los monjes eran clientes asiduos de prostíbulos (los honestos, no los conventos); en sus territorios bálticos, los caballeros teutones raptaban mujeres de sus casas y las llevaban a su fortaleza para fornicar, además de contratar prostitutas debidamente registradas en la contabilidad; los curas seducían a viudas nobles, a sus auxiliadas espirituales, a monjas, a doncellas, a criadas, a sus madres y hermanas, a niñas, a sus compañeros de orden; las monjas recurrieron al lesbianismo, a las velas, los juguetes sexuales ex profeso (una expresión francesa del siglo XVIII para "consolador" era bijou de réligieuse, literalmente "joya de religiosa"), a la flagelación sadomasoquista y a los ataques histéricos masivos; la zoofilia fue lo suficientemente común como para obligar a más de una orden monástica y a más de una diócesis a prohibir explícitamente la presencia de hembras entre los animales; y en Roma era común que los papas y los cardenales elevaran a sus bastardos y/o queridos a cargos altísimos en la curia. Todo esto mientras desde el púlpito censuraban la inmoralidad del vulgo pobre, ignorante, temeroso y a la postre más casto y recto que sus guías espirituales.
Con justa razón, semejante porquería ha sido motivo de sátiras y maledicencias desde siempre. El tema de la sexualidad clerical en el arte y la cultura es inagotable, pero baste mencionar que el Carmina Burana contiene una canción de taberna (incluida en la cantata de Carl Orff) en el que se brinda en honor de las "hermanas vanas" ("pro sororibus vanis") y de los "hermanos perversos" ("pro fratibus perversis"). Buena parte de la propaganda de la Reforma protestante se enfocaba en las muchas perversiones del papa, los obispos y los frailes. Las iniquidades del clero cristiano tienen un lugar prominente en el Decamerón de Boccaccio y en los cuentos del marqués de Sade. Y en el siglo XX, más liberal y más mediático, la sexualidad del clero ha sido tratada como parodia o como denuncia en innumerables novelas, películas, obras literarias, arte plástico y arte secuencial. Y cada intento de la Iglesia y sus golpeadores de sacar de circulación esas obras sólo redunda en una mayor difusión. Las dos campañas publicitarias mostradas aquí son sólo dos gotitas de ese océano cultural.
Y para cerrar por hoy, una variación poco afortunada de un chiste que le escuché creo que a Rius en la presentación de no sé qué libro. Érase una vez una monja que tuvo que viajar por unos días a la ciudad cercana para cumplir con diligencias de su convento. Pasaron los días y la monja no regresaba a su convento. Los días se hicieron semanas, y la madre superiora pidió la intervención de la policía; las semanas se hicieron meses, la policía no sabía nada y la comunidad rezaba con fervor y rogaban a Dios, a la Virgen y a los santos que su hermana estuviera con bien.
Varios meses después, la monja perdida finalmente regresó. Pero en qué estado tan lamentable regresó: cojeando, con un brazo enyesado colgando de un cabestrillo, con su hábito sucio y rasgado, con un ojo hinchado y lloroso, y un vientre más abultado que cuando se fue. La madre superiora, al verla, se persignó y exclamó: "¡Por el amor de Dios! ¿Pero qué te ha pasado? ¿Quién te hizo esto?"
La monja, con voz pausada y quebrada, mientras señalaba sus achaques de arriba a abajo con su mano libre, dijo: "Una avispa, una Vespa, y un obispo..."
Referencias
- Ad campaign photography for Antonio Federici — designed to stir up some passion. Contrast Creative, Manchester, 13 de marzo de 2009.
- ASA Adjudications: Antonio Federici. Autoridad de Estándares Publicitarios, Londres, 1 de julio de 2009.
- Leigh Holmwood, Investigation launched into ice cream ad with nun and priest poised to kiss, en The Guardian. Londres, 1 de mayo de 2009.
- Mark Sweney, 'Sexualised' nun and priest ad banned by watchdog, en The Guardian. Londres, 1 de julio de 2009.
Créditos
- Fotos de campaña para Antonio Federici: © HighContrast, 2009 (fotos de cityphotographer en Flickr
- Anuncio de Benetton: © Benetton Group, 1991-2009
3 comentarios:
Tal vez en los paises europeos exista una ley -medio orwelliana- que contemple delitos del tipo "promoción de conductas ilícitas", no sé.
Jo, jo, jo.
Ups. La foto no dice lo que digo que dice. Pero sí lo decía. Actualizo para aclarar enseguida.
Arévalo: Lo que hay en Gran Bretaña es una de las leyes de libelos más infames de la Tierra.
¡Saludos!
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